LETRONAUTA París se inunda. ¡Niños y obras de arte primero! | Wilberto Palomares


El domingo 5 de junio Francia declaró desastre natural en gran parte de su territorio.

Días antes, los noticieros alrededor del mundo comenzaron a hablar de la incesante lluvia, las advertencias de tormentas eléctricas y que el río Sena (ese que parte a la Ciudad Luz en dos) empezaba a subir de nivel, pero nada de qué preocuparse.

Como toda catástrofe, no la vieron hasta que fue inevitable.

Una reportera enfundada en una gabardina amarilla que se recortaba contra las nubes negras, empapada de pies a cabeza decía que el cauce del Sena había llegado a su límite y en cualquier momento se desbordaría.

El museo del Louvre, famoso en todo el mundo por resguardar una de las obras artísticas más importantes, La Mona Lisa de Leonardo da Vinci, como medida preventiva declaraba el cierre de sus puertas, mientras sus empleados organizados en cuadrillas corrían de un lado a otro transportando las obras a los niveles superiores del edificio.

En total, cerca de 35, 000 obras artísticas fueron evacuadas.


Detrás de la reportera amarilla, un hombre con un cartel blanco “Paris est inondé. Les enfants et les oeuvres d"art d'abord” (París se inunda, niños y obras de arte primero). Ella no se dio cuenta, siguió con su reportaje. Él siguió la ruta de los evacuados, dos niños y una mujer cansada detrás.

Nosotros no nos dimos cuenta que junto con el Louvre también se inundaban granjas, departamentos, comercios, hogares, edificios gubernamentales, que se evacuaron a más de 20, 000 personas, que las tierras bajas fueron desalojadas para evitar que la tragedia les cayera encima.

No nos dimos cuenta que la declaración de emergencia iba más allá de preservar los cuadros y esculturas del Louvre. Y parece que París tampoco.

Al gobierno francés le pasó lo que le pasa a una familia cualquiera cuando se incendia su casa, cada quien salva lo que más ama: el padre toma las llaves del auto, la madre corre por los álbumes de fotos, el hijo toma su trofeo de fútbol y la hija su diario… Francia corrió por la Mona Lisa.

Y quizá hizo bien. De haberse perdido la obra maestra de Leonardo da Vinci, el gobierno francés sería objeto de burlas y reclamos internacionales.

El mundo no estaba preocupado por los miles de franceses desplazados, los cientos de casas inundadas, las decenas de autos arrastrados por las fuertes corrientes que convertían cada calle en un río. No. El mundo tenía algo más importante de qué preocuparse. El mundo contenía la respiración por la Mona Lisa.


El miércoles 8 de junio Francia declaró que la emergencia había terminado y que el museo del Louvre reabría sus puertas.

El saldo, 19 muertos, más de 20,000 personas evacuadas, 782 ciudades y pueblos afectados, las peores inundaciones en los últimos treinta años... Pero no nos dimos cuenta, estábamos ocupados aplaudiendo al gobierno francés su pronta respuesta ante semejante calamidad, su actuar heroico: La Mona Lisa, seca y salva.


WILBERTO PALOMARES. Autor del libro Supervisor de nubes, publicado en febrero de 2015 por el CONACULTA. Finalista del concurso de poesía "Vientos de octubre" en España en el año 2011. Egresado del taller de creación literaria "Cuentos" impartido por el reconocido escritor y compositor Armando Vega-Gil y del taller "D Generación Literaria" impartido por Agustín Benítez Ochoa. Dramaturgo de los unipersonales “Dijo que se quedaría... y le creí” y “Loca de amor”. Autor de al menos 70 cuentos y tres novelas. Actualmente trabaja en su cuarta novela La noche de los girasoles y en la antología poética De vaqueros, trenes y poetas.

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